Dulce [Privado Elyse]

Es imposible negarlo, sin importar un instante cuanto aspire el alejarme lo suficiente de mi lugar de origen (no por desgano o resentimiento, sino por mero auto descubrimiento), siempre termino fascinándome, sumiéndome en el éxtasis de contar con la cercanía de algún monumento que de una u otra manera me recuerde al maravilloso cielo. Son muchas las ocasiones en que las intenciones celestiales son malinterpretadas por los seres terrenales, sin duda alguna, sin embargo la esencia misma de una construcción como lo es una iglesia es básica y fascinante, y es el mero empeño dispuesto en el forje de una figura que busque rendir tributo hacia un ente desconocido, un ente explicado únicamente por una virtuosa esperanza. Teniendo en cuenta el gran trabajo que esto implica, debo apuntar que se trata de algo para denotar y agradecer.

Hay muchísimos lugares que aprecio visitar cuando me es posible, porque es mucho lo que a partir de este mundo puedo admirar, sin embargo, la esencia misma de estos monumentos es capaz de involucrarme en el encanto, y en ocasiones la melancolía. A pesar de la gran belleza de esta tierra perfecta, simplemente me es natural sentir afinidad por las construcciones, más si ellas se hallan en un entorno solitario, donde la voz pura de la brisa toma protagonismo.

Pero iglesia, bella como ninguna, cuidadosamente construida en tu totalidad por unas manos minuciosas y un tanto perfeccionistas, ¿es adecuado que un ángel, cuya figura buscaste representar en tu interior, te rinda tributo tan solo esta vez? Es un infortunio, pero con frecuencia te hallas descuidada, tu fachada sucia, y tu entorno desolado. Solo por esta vez, tan solo una vez, quisiera adornar el prado que te aguarda y te protege.

Es por ello que, a pesar de las curiosas miradas de algunos, me hallo con numerosos ramos de rosas agarrados con recelo. Solo es esto, un pequeño homenaje al arduo trabajo, y un homenaje a los seres que con pasión y esperanza han cruzado por los alrededores de este monumento con ánimos sinceros. El día es un tanto brillante, y el viento sopla con pasión, inundando el ambiente de su ola de recuerdos; y allí me hallo, colocando con cuidado cada rosa en lo que en un principio debería ser el contorno de jardín de la iglesia, buscando adornarla de vida de la mejor manera posible. En ocasiones recibo algunas miradas curiosas de espontáneos transeúntes, sin embargo, me aferro a la idea de que con mi acción genero poco a poco un entorno un poco menos desolado, adornado delicadamente con el clásico y sumamente suave aroma de las flores.

Soledad. Una palabra bastante familiar para alguien que se ha pasado toda su vida alejada de las personas, no por deseo, sino por ignorancia. Aquella era su única compañía, la que siempre estaba junto a ella hasta en los peores momentos, junto al tiempo, que le ayudaba a sanar las heridas de su pequeño corazón. Siempre ha sido así, no cabía duda. Soñaba con despertarse un día y dar un paso adelante, tratando de cambiar aquella tan monótona historia que tanto le atormentaba. Pero, para su mala suerte, no era posible. Cada día se iba hundiendo más en sus fantasías, en su propia utopía que, al compararla con la realidad, le un golpe duro a su autoestima. << Seguramente soy yo >> Pensó más de una vez en busca de una respuesta que generalizara todos sus pesares.

Fue este hecho junto a la misma sociedad lo que le condenaron a aislarse hacia los lugares más inhóspitos y menos transcurridos que uno se pudiese imaginar. Todos aquellos lugares abandonados al igual que ella por las personas que se hacían llamar humanos con corazón. ¿Como alguien podría ser capaz de dejar tras de si las cosas que alguna vez fueron importantes? Esa era una pregunta que le era incapaz de responder, obviamente al comparar la situación en que se encontraba.

Fue así como siempre, alejada en una abandonada iglesia que seguramente en sus momentos había sido un grato ejemplar de belleza arquitectónica. Tenía que admitir que ese lugar era uno de sus favoritos, ya que admiraba a más no poder la perfección, haciéndose la imagen de como se vería la misma hacia décadas o capaz que siglos. Podía admirar, en el interior, lo que parecía ser un viejo altar, todo de mármol, pero con una basta capa de polvo en la parte superior. Al alzar la mirada se podía observar la imagen de un cristo crucificado, que, de igual manera, se encontraba lleno de polvo. Quien diría, que tal hombre podría haber echo tantas cosas por uno, que ahora es tan famoso entre la gente. Ciertamente era algo fuera de su comprensión, ¿Como alguien podría ser capaz de adorar a un ser inexistente? En todo caso, sin tan bueno es con todos, ¿Por qué sentía tal dolor en su corazón, tal cual lanza enterrada en su pecho? Remordimientos.

Y ahí se encontraba, sentada y apoyada contra una columna, observando un gran vitral, que representaba al Pastor junto a la oveja perdida, y que, sinceramente, se sentía tan a gusto pero a la vez triste.Agitó su cabeza, tratando de sacarse todos aquellos, y volver a admirar aquella obra, no por el mensaje, sino por el empeño que se debe de haber puesto en aquel prehistórico vitral compuesto por un sin fin de frágiles cristales de colores.

No me trato de la persona más creativa del mundo. No soy un as en el diseño, en la decoración, y ni siguiera un completo virtuoso en la música. Mis habilidades no son las más relevantes, pero en lo que hacer algo consierne, y más si se trata de una obra de arte, soy tal vez uno de los más apasionados. Las rosas son flores hermosas, contundentes, de una figura fractal perfecta, y de una gentileza innegable.

Con cuidado observo las flores que ubiqué a los alrededores de la iglesia bajo un arreglo floral que no es el más majestuoso, pero que he hecho con empeño. No puedo evitar sentirme fascinado con cada una de las rosas, siendo inevitable que termine en cuclillas admirando su dulzura, suavidad y sencillo aroma, porque ¿no es acaso inevitable sentir fascinación absoluta por una creación tan perfecta? Mientras las rosas existan en el mundo, es imperativo que me suma en el éxtasis bajo su presencia.

Y las rosas me seducen, y me hacen perder la noción del tiempo. De pronto la brisa se torna gélida, y el cielo se decora de oscuridad. No me hubiese dado cuenta si no fuese porque de pronto comencé a ver las rosas decoradas con tiernas gotas, y mi cuerpo abrazado completamente por el agua. Llovía, con fuerza, y yo era víctima de tal inclemencia. Me detuve un instante a observar el cielo, y sentir el recorrer del agua sobre mi piel, sin embargo, pronto el pensamiento de resguardo iluminó mi mente, siendo el frío demasiado imponente.

Fue entonces cuando me aventuré al interior, sin duda igualmente majestuoso, de aquella iglesia. Fue sencillo, las puertas un tanto podridas se hallaban desajustadas, por lo que un simple empuje bastó para mostrarme la esencia del monumento. Era hermoso, un interior inmenso y minucioso, decorado con empeño. Aquel interior no era humilde, como debería ser, sin embargo, es imposible negar la belleza. En un instante mi mirada recorrió los rincones de aquel espacio buscando no dejar pasar un solo detalle por alto, pero pronto una vista desvió completamente mi visión, la acaparó para sí, con un entero descaro.

En el fondo de la iglesia se hallaba un altar (como era de esperarse), un par de monumentos y un imponente vitral. La lluvia era cada vez más fuerte, y el ambiente poco a poco se destacaba por la tierna danza de la lluvia chocando con esmero las paredes del establecimiento. Era posible ver la lluvia a través del vitral. Pero cerca había una columna, donde un alma silenciosa se posaba con confianza. Una dama de castaño cabello, de una contextura finísima, indudablemente femenina. Su mera vista, dándome la espalda, no era más que otra de las obras de arte del lugar, y así como cuando las rosas me seducen de manera experta y termino acercándome a ellas, es de esperarse que lo mismo hubiese ocurrido con aquella muñeca.

Me acerqué silenciosamente con una amplia sonrisa. Aún no había denotado mi presencia. Busqué la mejor manera de llamarle sin llegar a asustarla. Me limité, entonces, a simplemente enunciar mi discurso con el volumen más bajo y cálido que me es posible.

¿Qué es aquello que miras con tanto cariño? ¿Es acaso aquel vitral expuesto? Desafortunadamente, o afortunadamente tal vez, en este momento la lluvia celosa intenta cobrar protagonismo, evidenciándose incluso atrás de aquello en lo que enfocas tu mirada. Me he aventurado dentro de esta iglesia por refugio, y curiosidad a la vez, pero me alegra conocer que no soy el único que aspira este lugar como resguardo

Hasta entonces me hallaba a una distancia prudente, aún sin divisar el seguramente precioso rostro de mi compañera. No negaré un solo instante que me embargaba la expectativa, la emoción de conocer la mirada y la voz de aquella inesperada damisela.